SOFT POP: ‘MORFOPSICANALOGÍA’. La exposición de Cacheila Soto en el Museo de las Américas. Segundo piso, Ballajá. San Juan, Puerto Rico.

pintura por Cacheila Soto

SOFT POP: ‘MORFOPSICANALOGÍA’. La exposición de Cacheila Soto en el Museo de las Américas. Segundo piso, Ballajá. San Juan, Puerto Rico.

Esta exposición pretende deleitarnos mediante tres premisas básicas: Primero, el feminismo recalentado de origen primigenio y de tendencia androfóbica. Segundo, el lenguaje gráfico y visual de bagaje Pop con los polka dots de Lichtenstein y los tonos de los Jetsons. Tercero, la factura o moda anti-establishment ya regurgitada por el público coleccionista y harto manoseada por la clerecía moralista de trasfondo católico-pequeño-burgués. Es decir, nos vamos seguros sin pretender levantar ronchas o incomodar de modo alguno. Es un arte higienizado y pulcramente orientado con el propósito de cubrir todas las bases sin augurios de revolución o tan siquiera de provocar desmanes de rebeldía juvenil. Si acaso, su explosión no pasa de ser el sonido agudo e intemporal de un siquitraque en época de fiestas navideñas o de jolgorios pueblerinos. Es en sí un feminismo suavesongo y decorativo sin pretensiones de humillar. Claro está, el único recurso que la artista toma como para ir en contra de la fibra comercial y conservadora es el desnudo femenino en poses sugerentes, pero nada vulgares. Éstas se presentan en contrastes de negro y blanco frente a un segundo plano de colores y patrones repetidos, cuyos elipses y rombos sirven de relleno a la composición y deben hacer juego con las formas de la figura principal. Eso sí, los tonos de origen pop en relación a los pasteles se complementan muy ordenadamente y su aplicación técnica demuestra bastante buena mano (el pulso es seguro), con atención a los detalles, de delicadas transparencias. Pero nada de esto es dado a la catarsis o al accidente. Se diría que la artista planifica fríamente cada trazo, cada gesto y composición mucho antes de ejecutarla, lo que nos pone a pensar que aquí no existe de ningún modo la búsqueda creativa, el riesgo aventurero, la tormenta o el arrebato que se supone sean calificativos de un arte serio y comprometido. Es un arte bien comido, bien bañado y bien vestido, pero sin vida. Sólo lo ‘bello’ parece inquietarle, pero dado que vivimos en tiempos sin quimeras (¿el fin de la Historia?) aquí, la artista Cacheila Soto nos presenta un arte netamente gringo. O sea, que se trata de una guerra sin declarar, con misiles y drones sin confrontar al enemigo mano a mano, porque es una guerra a lo Obama, sin el obamacare, con guantes de hule y sin carga social. Es un arte sin preocupaciones ni ocupaciones, mecánicamente logrado, turístico, pueril y alegre. Así mismo, sus mujeres, en poses sugerentes, espatarradas, en cuatro, dirigiéndose hacia la cámara voyurista, abiertas al simulacro sexual, de oscuras miradas smokey eyes, conformes y llanas, son asexuales y se masturban un sexo indiferente o inexistente. No hay asomo de vulvas incandescentes ni secreciones ni senos punteagudos ni coitos ni eros tan siquiera casual, son sólo pose (¿artificialidad madonesca?). Son jóvenes vírgenes de discotecas ochentosas con botas plether, sacadas de un almanaque computarizado y en donde la artista se recrea pintando las formas fraccionadas por el programa digital para ser luego transportadas al lienzo, sin más ni más. ¿Pero para qué preocuparnos en las guerras y en las muertes al otro lado del orbe, el capitalismo salvaje o la destrucción ecológica? Mejor gocemos lo que nos queda por gozar simulando el retozo aunque no gocemos nada. Suficiente como para bostezar. Es dulce, es fresa, es helado de coco, obras para decorar restaurantes cerrados, discotecas en banca rota o salas de ex-yuppies desempleados. Por otro lado, si usted escoge los escritos en las paredes diseñados para aderezar las obras y, en lugar de poner ‘mujer’ escribe ‘hombre’, sería lo mismo al derecho puesto patas arriba. Lo que nos trae a la mente que el post-modernismo tiene que ser repost-modernizado nuevamente.

Muy bien esta fórmula se podría mercadear en un kit para adolecente o en juegos para niños mesmerizados en la pantalla (¿rompecabezas?, ¿rubik cubes?, ¿nintendos?, ¿quién le pone el rabo al burro?, etc.), pasando a ser algo como el estúpido antiarte de Britto, los indios cabizbajos y domesticados del desaparecido Pazmiño, las horripilantes muñecas tubulares de Botello o el flamboyanismo folky de Wichi Torres.

Viendo esta exposición pensé en otros títulos para identificar ‘su estilo’. Pensé en llamarle ‘Lolly Pop Pop’ o ‘Puppy Love Pop’ o ‘Bubby-Tube Pop’ o ‘Bubble Gum Pop’ o ‘Pinky-Kinky Pop’ o ‘Soft Porno Pop’, o ‘Kool Popism’ o ‘Fake Feminismo’ o ‘Deco Girlish Pop’. Escoja usted el título.

Have a nice day.

Thurdmon Capote ©2013