VOZ DE ALERTA POR LA CASA DE LOS CONTRAFUERTES (PARTE II)
por: Thurdmon Capote
Cuando la Casa de los Contrafuertes se puso en marcha allá para la última Trienal del Grabado Latinoamericano (¿2012?), visité el lugar en dos ocasiones y debo admitir que quedé sorprendido de las actividades y exposiciones que allí se dieron (aunque soy de gustos clásicos-eclécticos, es decir: flamboyanescos). Entendíamos pues, que el lugar sería de suma importancia y beneficio para los artistas jóvenes tanto como para los menos jóvenes, de modo que los mismos no tendrían que pasar por el engorroso dilema y proceso de desgaste que exigen las galerías comerciales para que un artista exponga su obra. Sólo con el aval de su principal iniciador, el escultor de renombre internacional, Charles Juhasz-Alvarado, los artistas Ana Rosa Rivera y Teo Freytes, el candidato podría presentar su obra. Las exigencias eran mínimas, siempre y cuando la obra denotara buena calidad. Fueron cientos los artistas participantes, entre danza, literatura, obras conceptuales, digitales, videos, grafiti, ensamblajes, lecturas de poesía y cuento, exposición de libros – “Publicaciones Maravilla”, dirigida por el poeta Néstor Barreto, tenía una sala espléndida – música, escultura, pintura. Todas las semanas se iniciaba una plétora de ejecutorias de distinta índole. Músicos de la talla de Fabián Wilkins y amigos, maestros de la Escuela de Artes Plásticas de San Juan, los artistas de Área y muchísimos otros colaboraron con su creatividad y menester a las continuas actividades de la Casa de los Contrafuertes. En fin, el único escollo que confrontaban era la constante renuencia de la pasada directora del ICP en cooperar con la propuesta de los artistas, augurando que en algún momento el edificio finalmente tendría que cerrarse para su renovación (aunque luego entendimos que se trataba de una simple remozación (face-lift?) con materiales inferiores). Había un contrato firmado por ambas partes donde se estipulaba que luego de tal renovación el edificio pasaría a la administración de los artistas para continuar las actividades. En el ínterin fueron miles los visitantes que gozaron de los eventos allí dados. En realidad el sitio fue un éxito y fui testigo de ello. ¡Hasta hubo un momento en que se me pidió exponer mis prótesis como obras de arte colgantes!, pero… ¿cómo me iría de vueltas para Yagüecas del Sur sin mi pata de palo, sin mi silla de ruedas, mi tanque de oxígeno, mis dientes y peluca de plástico? ¡A veces estos artistas no piensan en las consecuencias! Se dijo y se redijo (yo estuve presente en una de las reuniones, pero sin resultados) que la Casa de los Contrafuertes pasaría a los muchachos, pero no-ni-nes. Luego del cambio de administración y la señora Liliana Ramos Collado tomar el puesto de directora, lo primero que hizo fue reducir los salarios de los empleados y alzarse el suyo a una cantidad exorbitante que, según ella, debía equiparar la cantidad de dinero que devengaba antes de asumir el puesto de directora. Esto creó ronchas en la comunidad y fue indicio del primer paso de lo que habría de venir luego. El vendaval anunciaba la tormenta.
Stalin decía que no había cosa más grata que, antes de echarse a dormir, cada noche cotejaba en una lista los nombres de los que serían ejecutados al día siguiente. Nietzsche pensaba que para una nación estar saludable siempre debía estar en constante estado de guerra (¿no les suena familiar?), y Pinochet comentaba que sin su permiso no se movía ni una sola hoja de árbol en su país. Cuando ya se entendía que la guerra de Viet-Nam se había perdido, Nixon mandó el “Christmas Bombing” a Cambodia mientras felizmente nadaba en la alberca de Casa Blanca. Ciertamente, la señora Ramos no llega a tal nivel, pero para ejemplo con un solo botón basta. A diestra y siniestra ha botado empleados que llevaban años en sus puestos, ha jugado con la vida de muchos diciendo que fulano o mengano no sería uno de ellos para más luego dejarlos en la inopia, ha sembrado chismes e intrigas de palacio por pasillos y oficinas, ha despotricado con los empleados como si fuera ella la dueña de una plantación de esclavos y hasta tuvo la desfachatez de llamar “novelita” a una de las obras cumbres de los últimos tiempos en la literatura puertorriqueña, “Barataria”, faltándole el respeto al autor y a la editorial. ¡Claro, y como es su costumbre, más adelante se echó para atrás y negó haberlo dicho cuando una veintena de personas fueron testigos presenciales de aquel disparate! La burla y la envidia son propias de su megalomanía.
Aparentemente existe un meme (¿gen?) en mucha de nuestra gente que tiende a la estupidez como a la destrucción de lo nacional. Muchos en nuestro país, conociendo lo propio, opta por lo peor aplaudiendo lo más nefasto y de malévolo desorden hasta que le toca el turno al paredón. La locura se manifiesta cuando el individuo sufre por la ausencia total de vinculación con el mundo exterior sin importar cuantos libros haya leído. Incapaz de mantener contacto con su derredor la señora Ramos manifiesta su estado narcisista, desplegando una condición de inepta infantilidad formando pataleos y rabietas en cada esquina, a cada paso, faltando el respeto a sus pares y subalternos, disparatando con barbarismos, anglicismos y palabras inexistentes, culpando, apuntalando, acusando y dando con el bastón sobre mesas y suelos, paredes y columnas tal y como si fuera un mariscal de campo en medio de una guerra fantástica a la cual nadie ha sido llamado a acudir. En otras palabras, el loco vive en su propio mundo pensándose ser lo que no es a la vez que muestra lo que en realidad es. ¿Ha entendido lo que ha leído la señora Ramos? ¡Aparentemente NO! Dos mil libros no bastan para ser un intelectual, sobretodo se necesita un corazón humano. La mentalidad troglodita de la doctora Ramos campea por su falta de consideración y clemencia, y este, a nuestro parecer, es uno de esos casos. Tristeza, desvarío y desilusión es lo que ha dejado su escabrosa trayectoria como directora de tan prestigiosa institución.
Los hacedores culturales y los que amamos a Puerto Rico le hacemos un llamado urgente a las personas encargadas para que detengan este bochorno y depongan a la doctora Liliana Ramos Collado de su encargo como directora lo antes posible, antes de que como Nerón, le prenda fuego al Instituto de Cultura Puertorriqueña y nos deje como a Hiroshima…, para comenzar desde las cenizas.